viernes, 27 de noviembre de 2015

Sobre la ridiculización de la cultura y los publicistas de los 100 Montaditos

          Como cada vez me hago más viejo, me vuelvo más cascarrabias y me indigno con más facilidad. En general, una de las cosas que más me cabrea es la imbecilidad. ¿Por qué digo esto? Pues porque hace unos meses entré a comprar tabaco en una cafetería de 100 Montaditos y me encontré con el siguiente cartel en el que se ridiculiza a los poetas, proponiendo además (para risera de todos) un sutil juego de palabras relacionado con rimar ciertas palabras. No hace falta ser un lince, para adivinar la palabra que provocará las ocurrencias y las posteriores risotadas de los chistosos de turno. Me cabrea el intento de desprestigiar la cultura, de convertirla en algo de lo que casi avergonzarse, solo propio de pedantes y frikis. Por supuesto, esta intención de convertirnos en borregos incapaces de pensar no creo que sea gratuita; para el poder siempre es más fácil pastorear ovejas que vérselas con individuos capaces de pensar y analizar las cosas por sí mismos. Aun así, como no soy rencoroso, le quiero dedicar este poema de Jaime Gil de Biedma (uno de mis favoritos) a los imbéciles de los publicistas (seguramente ellos se llamarán con un nombre más pomposo en inglés) que diseñaron este cartel:




          HAPPY ENDING:


"Aunque la noche, conmigo,
no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá
si es definitivo.

Que aunque el gusto nunca más
vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
no suelen durar".
(Jaime Gil de Biedma)

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Por qué no voy a ir a la manifestación contra la guerra

Este sábado hay una manifestación contra la guerra. Está convocada por gente a la que admiro y respeto, y por partidos políticos a los que he votado y volveré a votar en las próximas elecciones. Pero yo no voy a ir. Supongo que tanta gente con la que comparto valores no puede estar equivocada y que el equivocado seré yo (de nuevo), pero me gusta equivocarme por mí mismo.
          No voy a ir, aunque considero vergonzosa la actuación de EEUU y sus aliados de la OTAN; cómo han destrozado países como Siria o Irak, tratando de colocar gobiernos títeres que beneficiasen sus intereses petrolíferos. No voy a ir a pesar de la vergonzosa actitud de estos países hacia el pueblo kurdo, al cual se ha criminalizado históricamente (aún ahora siguen considerados como terroristas), defendiendo los intereses imperialistas de Turquía, que incluso a día de hoy sigue bombardeando sus posiciones. No voy a ir pese a la infame actitud de estos países vendiendo armas a países que han colaborado y engordado al monstruo del ISIS. No voy a ir pese a que sé que la intervención militar por sí misma no va a solucionar el problema, siendo necesarias políticas sociales y de integración a escala global. No voy a ir aun sabiendo que los que pretenden arreglar el problema son los que lo han generado.
         


       
           ¿Y por qué no voy a ir? No voy a ir porque creo que hay que apoyar al pueblo kurdo y aquellos que combaten a los terroristas fascistas del Daesh. No creo que un sencillo “No a la guerra” sea lo más adecuado en esta situación. Algunos me recriminarán que van a morir inocentes y que tanto vale la vida de un sirio como la de un francés. Es cierto, pero hay cosas peores que la muerte. No actuar y ayudar al pueblo kurdo, que es a la vez ayudarnos a nosotros mismos, provocará igualmente la muerte de inocentes. Pero no solo eso, será la causa de que la barbarie se expanda por pueblos enteros, causando infinito dolor y sufrimiento; será la causa de que nuevas mujeres se vean obligadas a vestir con burka, de que más homosexuales sean arrojados desde altas torres, de que cualquiera que no comparta el fundamentalismo y la barbarie del Daesh pueda ser degollado brutalmente. No voy a ir, porque si yo fuera kurdo combatiría al ISIS, porque admiro a los valientes brigadistas extranjeros que han ido a luchar a su lado y porque apoyo a los milicianos del YPG y a las mujeres peshmergas que combaten a los crueles fanáticos del Daesh, guardándose la última bala para ellos mismos. Porque es mejor morir a vivir bajo el yugo del salvaje fascismo del ISIS.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Coleccionista de discos viejos

        
         Me encanta rebuscar en cajones repletos de viejos discos de 7”. No me importa si no tienen funda o están hacinados unos sobre otros como en una orgía del IMSERSO. Entre ellos, me siento como un buscador de tesoros intentando encontrar el Santo Grial a precio de saldo. Lógicamente, no suelo encontrar el Santo Grial, pero a veces aparece alguna pepita de oro que me recuerda la ilusión de cuando era niño y encontraba uno de esos codiciados cromos de los “últimos fichajes”. Aunque solo fuera por esto, ya merece la pena mancharse un poco los dedos.
          Pero no es esa la razón principal de mi afición, lo que más me gusta es poder rescatarlos de su penosa miseria. Al llegar a casa me siento como el enfermero de una residencia para viejos marineros; les doy una colcha de papel para proteger sus cansados cuerpos del frío y, a los mejores, una manta de plástico para disfrutar de su merecido descanso tras sus largos viajes por el mundo.
          Algunos llegan cojos, tuertos, con artrosis o con un poco de reuma. No me importa. Tal vez ya no sean los más guapos ni los más perfectos, pero mi residencia tampoco es la más lujosa. Me basta con saber que pueden disfrutar de un poco de reposo tras haber regalado tantos momentos de felicidad a lo largo de los años. Se lo merecen.




miércoles, 16 de septiembre de 2015

Por qué soy del Mallorca

-‘¿Naciste allí?’
            Es la pregunta que me hacen siempre cuando le digo a alguien que soy del Mallorca. Cuando les digo que no me une ningún vínculo familiar a la isla, su perplejidad va acompañada siempre de la misma cuestión:
            -‘¿Y por qué eres del Mallorca?’
            Toca entonces una larga explicación para justificar por qué me hice de un equipo tan modesto y lejano a Madrid, la ciudad sonde nací y he vivido toda mi vida.
            El caso es que no es fácil explicar por qué me hice del Mallorca con ocho años. Hasta entonces, había sentido simpatía por equipos cuyas camisetas me gustaban más (el Elche y la Real Sociedad), pero aún no había decidido cuál iba a ser el equipo de mis amores. Solo sabía que el Real Madrid no iba a ser ese equipo, para disgusto de mi padre, que tuvo que soportar durante años el anti-madridismo de un mocoso, que celebró cada uno de los cinco goles que el A.C. Milán le endosó al Real Madrid en aquel partido inolvidable.
            Así llegué a la temporada 1986/87. El R.C.D. Mallorca era el equipo revelación y los medios le prestaban más atención de la habitual. Fue así como cayó en mis manos un Don Balón en el que se entrevistaba a Magdaleno, el ‘pichichi’ del equipo. Con una melena de cantante heavy, aquel tío tenía pinta de todo menos de deportista. Pero la confirmación de mi idilio rojinegro, se produjo cuando leí que nuestro goleador, la estrella del club, había tenido problemas legales a causa de ciertas sustancias no del todo legales. No sé por qué, con solo ocho años, aquello me impresionó tanto que me decidió a hacerme del equipo de aquel futbolista con pintas de guitarrista de Leño, pero sospecho que debía ser un niño un poco raro.



            El resto del equipo estaba a la altura de aquél delantero con melena ‘ramoniana’; Ezaki Badou, Chano, Hassan, Trobbiani, Orejuela, etc., parecían más el reparto de una película de Eloy de la Iglesia, que un equipo de fútbol. Pero ese año el Mallorca acabó la temporada en sexto puesto. Era el mayor hito de un club realmente modesto.
A partir de entonces se sucedieron victorias y derrotas (más de estas últimas), que yo seguían con la pasión de un niño, en una edad en la que pocas cosas son más importantes que tu equipo de fútbol. La primera vez que recuerdo haber llorado por él, fue en la temporada 1988/89, en la que perdimos la categoría en una agónica promoción contra el Real Oviedo. La vi en un bar de Cullera, donde veraneaba con mis padres, y recuerdo a un desconocido que me dijo que le gustaría que ganáramos el partido, solo por ver mi alegría. Se lo agradecí en el alma, pero el gol que nos hacía falta nunca llegó.
La siguiente gran decepción que recuerdo, fue la final de la Copa del Rey contra el Atlético de Madrid. Era la primera vez que el R.C.D. Mallorca podía ganar un título y el destino, tan cruel a veces, no me permitía ver el partido, por estar veraneando en Irlanda. Pedí a mis padres que me lo grabaran y no me dijeran el resultado hasta que volviera. Lógicamente, no pude mantener mi promesa y les conseguí sonsacar el resultado. Me sentí desolado al saber que habíamos perdido. Cuando volví a Madrid, lo primero que hice fue ver el partido. Esperaba un milagro, que mis padres me hubieran engañado con el resultado, en un gesto de retorcido amor filial, para hacerme más feliz cuando descubriera la inesperada victoria. Por supuesto, mis padres no eran tan retorcidos y se me volvió a escapar alguna lágrima cuando vi el fatídico gol de Alfredo en la prórroga.
Después el equipo entró en crisis y tocó vagar por los campos de Segunda División. Descubrí lo mortalmente aburrido que puede ser un partido de fútbol, en una fría mañana de invierno, en la que salimos goleados contra el Real Madrid B. Aprendí también que a veces no es suficiente con hacer las cosas a última hora, en un ascenso que se nos escapó de las manos en el campo del Getafe, pese a ganar el partido, apoyados por la marea de aficionados mallorquinistas que llenaba las gradas de aquel destartalado estadio. Por supuesto, luego lo olvidé y he seguido siempre la máxima de ‘no hacer hoy lo que puedas hacer mañana’.
Pasaron loa años y el fútbol fue perdiendo el lugar privilegiado que ocupaba en mi vida. Aún así, fui a ver la final de Copa a Valencia con mi amigo Óscar (sospecho que la común afición que sentíamos por el Mallorca tuvo bastante que ver en el inicio de nuestra amistad). Era la temporada 1997/98, y el alcohol y la noche ya nos gustaban más que el fútbol. Antes de entrar al estadio, ya bastante borrachos, descubrí que había perdido una parte de la entrada sin la que no podías acceder al campo. Aún no sé como conseguimos convencer al vigilante de la puerta para que nos dejara pasar, pero pasamos. Allí vimos un espectáculo heroico, épico, inolvidable; nuestro equipo aguantaba con 9 jugadores las embestidas de un F.C. Barcelona que nos tenía encerrados en nuestra área. Cuando acabó la prorroga lo celebramos como si ya hubiéramos ganado. Aún más celebramos el error en la tanda de penaltis de un jugador blaugrana. Estábamos a solo un gol de ser campeones de Copa y nuestro mejor jugador se dirigía al punto fatídico. Nuestra confianza en Stankovic era ilimitada. Nada podía fallar. Corrió con decisión hacia el balón y chutó engañando al portero, pero el balón salió fuera por unos centímetros. Después de eso, solo podíamos perder. Y perdimos.
Ya no hubo lágrimas, aunque nos costó un buen rato aceptar esa nueva derrota; una vez más, nos quedábamos a las puertas de la escurridiza gloria. En su lugar, nos bebimos todo el whisky que fuimos capaces. Nos ayudó a cicatrizar la herida y aprendí que las penas en buena compañía son menos penas.
Al año siguiente llegábamos a una nueva final, esta vez de la Recopa, contra la todopoderosa Lazio, construida a golpe de talonario. En semifinales habíamos eliminado al Chelsea, un equipo en teoría muy superior al nuestro, al que vapuleamos con descaro en dos partidos prodigiosos, con nuestro delantero Dani en estado de gracia. Pero ganar la final contra la Lazio seguía siendo una utopía, y las utopías muy pocas veces se cumplen. A la tercera no fue la vencida y volvimos a perder.
Sería injusto centrarme solo en las derrotas, porque lo cierto es que también hubo grandes victorias; como aquella vez que ganamos 1-5 al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, liderados por un impresionante Samuel Etoo y dirigidos por el gran Luis Aragonés, en la temporada 2001/02. Lo vi frotándome los ojos en un bar de un pueblo de Almería, rodeado de aficionados del equipo blanco, que me miraban con enfado cada vez que celebraba efusivamente los goles de mi Mallorca. Aquel año el equipo acabó la liga en una increíble tercera en posición, clasificándose para la Champions League. Sin embargo, el sueño no duró mucho, siendo eliminados en la fase de grupos por el Arsenal, con el que habíamos empatado a puntos, pero que nos superaba en la diferencia de goles.
Pero la gran victoria del RCD Mallorca llegó en la temporada 2002/03, logrando por fin alzarse con la Copa del Rey, tras ganar cómodamente al Recreativo de Huelva, con goles de Pandiani y Etoo (por partida doble). Recuerdo haber leído en ‘Fiebre en las gradas’, de Nick Hornby, que lo bueno de ser seguidor de un equipo, es que cuando logra un triunfo importante o gana algún título, la gente que te quiere o te quiso, se acuerda de ti. Esto puede ser cierto en Londres, donde hay vida más allá de Chelsea y Arsenal, y equipos tan modestos como el Millwall, el Charlton Athletic, el Crystal Palace o, incluso, el Leyton Orient, cuentan con una legión de seguidores, sobre todo en determinados distritos de la ciudad. Pero en Madrid, todos los aficionados que conocía eran del Real Madrid o del Atleti; por lo que tocaban a demasiada gente para repartirse los afectos y felicitaciones. Yo no tenía que compartirlos con nadie, hasta que en el instituto conocí a mi amigo Óscar (bien es verdad que tampoco hubo grandes victorias que celebrar), y después,  aún tocábamos a la mitad de la tarta. El día que ganamos la Copa, tuve más felicitaciones que el día de mi cumpleaños. Dudo que eso le pase a un aficionado del Real Madrid. Es la parte buena de ser de un equipo tan modesto como el R.C.D. Mallorca. La parte mala, es que tienes muchísimas menos victorias que celebrar.
Actualmente, el equipo deambula por la segunda división, luchando por no descender al pozo de la Segunda B. Hasta ahora lo han conseguido con  agónicos triunfos ante equipos como el Mirandés. Me he hartado a ver en televisión tediosos partidos, en los que clubes como la Ponferradina, nos daban un repaso de escándalo, siendo incapaces de dar dos pases seguidos. No me importa. Intuyo que es mi castigo por la arrogancia de aquel niño, que un día, quiso sentirse diferente a todos los demás.

Con los años, la pasión por el fútbol, poco a poco, se va disipando. Ya no hay lágrimas, pero puedo contar con los dedos de una mano las noches en que me he ido a la cama sin saber el resultado de mi equipo. Siempre ha sido por causas de fuerza mayor. Decía Jorge Valdano que ‘el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes’. Tal vez sea cierto.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Demócratas y capitalistas: la manipulación del golpe de estado en Chile

            En un día como hoy, hace 42 años, Pinochet dirigió el golpe militar en Chile que derrocó al gobierno de la Unidad Popular y del presidente Allende. Lo ejecutaron cobardemente, por mantenerse en el cargo para el que había sido elegido democráticamente por el pueblo chileno. Así, Allende se convirtió en un mito, por su ejemplo de dignidad y su actitud heroica.
          Pero Pinochet y los militares que le respaldaron no dieron solos este golpe de estado, lo hicieron apoyados por la CIA y por el gobierno de Nixon y Kissinger. El objetivo era utilizar a Chile como campo de pruebas para aplicar las políticas ultraliberales de la Escuela de Chicago y de su gurú Milton Friedman. Esas políticas, fueron las que posteriormente aplicó Margaret Thatcher en el Reino Unido, con devastadores efectos para la clase trabajadora del país, que fue arrojada, en gran medida, a la marginalidad y la pobreza. A este respecto, recomiendo encarecidamente la lectura del libro de Owen Jones, "Chavs: la demonización de la clase obrera", que ilustra a la perfección estos hechos.
           Margaret Thatcher se mantuvo como una de las más fieles amigas y admiradoras de Pinochet hasta el final de sus días. Hoy, la "Dama de Hierro" disfruta de una plaza en un lujoso barrio del centro de Madrid. En las escuelas de economía las ideas de Milton Friedman ya no son alabadas en voz baja; sus admiradores las defienden sin pudor en los medios de comunicación. Pretenden convencernos de que ellos son los adalides de la democracia, y que aquellos que dieron su vida por defender la voluntad popular, fueron, en realidad, unos crueles tiranos. Cinismo y revisionismo histórico van de la mano. Han secuestrado el significado de la palabra "demócrata"; su próximo objetivo será que la RAE la acepte como sinónimo de "capitalista".




domingo, 30 de agosto de 2015

100 años de Ingrid Bergman



          Se cumplen 100 años del nacimiento de Ingrid Bergman, toda una leyenda del cine. Protagonizó películas tan maravillosas como "Luz que agoniza" de George Cukor; "Recuerda" y "Encadenados" de Alfred Hitchcock; "Stromboli, tierra de Dios", "Europa '51" y "Te querré siempre" de Roberto Rossellini; o, ya en su madurez, "Sonata de otoño" de Ingmar Bergman.
          Tras quedar impresionada al ver "Roma, ciudad abierta", escribió una carta a Rossellini, pidiendo conocerle en persona. Así se inició un romance que no fue visto con buenos ojos por la sociedad más conservadora de la época, que no pudo evitar que se casaran y rodaran juntos auténticas joyas del cine europeo.
          Pero, por lo que será recordada siempre, es por su fascinante papel de Ilda Lund en "Casablanca". Los nazis iban de gris, ella vestía de azul.

miércoles, 26 de agosto de 2015

San Juan Chamula, el pueblo de los adictos a la Coca-Cola.


             San Juan Chamula es una pequeña población situada a unos 10 kilómetros de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Esos 10 kilómetros separan dos mundos situados a siglos de distancia. Los turistas están muy presentes en ambas ciudades, pero mientras en San Cristóbal campan a sus anchas, disfrutando de las comodidades del mundo civilizado, mezcladas con una dosis apropiada de exotismo indígena, en San Juan Chamula parecen perdidos, incapaces de asimilar el halo de misticismo tzotzil que este pueblo ha mantenido intacto, pese a la llegada de los viajes organizados. Tal vez, ninguna de estas ciudades sea una rosa silvestre, pero sigue habiendo diferencia entre las rosas de invernadero y las rosas de plástico.
         El punto neurálgico de la vida en Chamula es su iglesia. Hasta llegar a ella, debemos cruzar una plaza ocupada por mujeres mayas, que intentan vendernos sus productos artesanales. Muchas van acompañadas de sus hijos. Apenas se ven hombres soportando el sol que cae a plomo sobre la plaza.
         Al entrar en la iglesia, uno se ve transportado a otro universo. En un suelo inundado de agujas de pino, hay mujeres y hombres (en este caso hay mayoría de hombres) que se emborrachan con Pox o beben vaso tras vaso de Coca-Cola, todo ello entre el humo que se desprende de las incontables velas que abarrotan el templo. También vemos varios huevos y gallinas que pronto serán sacrificadas. Todos estos elementos forman parte del ritual tzotzil, por el que se pide a los santos la sanación de los seres queridos. La atmósfera se vuelve aún más misteriosa y casi onírica, gracias a los acordes de la hipnótica melodía que sale de un acordeón, mientras un chamán con una chaqueta de piel de oveja, dirige una especie de rezo en un algún idioma maya. Cerrando los ojos, me siento cerca de Carlos Castaneda, flotando entre “Las enseñanzas de Don Juan”. Desde luego, no me siento en una iglesia católica, pero así es, por increíble que parezca.
          Nos cuentan que hace años la iglesia se incendió y los feligreses culparon a los santos, poniendo sus numerosas figuras boca abajo como castigo. No sé si será verdad, pero creo que es más que probable.
          Al salir del templo, el sol sigue brillando con rabia en el cielo. Veo a un anciano vendiendo CD´s grabados con la extraña melodía que acabo de escuchar e inmediatamente me compro uno. Extrañamente, me recuerda a algunas canciones de la Velvet Underground por su cadenciosidad narcótica, derivada de su estructura reiterativa.
          Nos vamos sin fotos de la iglesia, tal y como mandan sus normas. Al echar un último vistazo, pienso que no hace falta; nunca me olvidaré de San Juan Chamula, el pueblo mexicano de los adictos a la Coca-Cola.


martes, 25 de agosto de 2015

Cornell Woolrich

              “La novia vestía de negro” es una de las películas que más me ha impactado en mi vida. La primera vez que la vi, apenas era un crío de 10 años. Recuerdo especialmente el shock que me causó una de las muertes de la película; un hombre que se ha encerrado en una pequeña habitación jugando al escondite, es atrapado por su amante, que busca venganza por el asesinato de su marido el día de su boda, del que él es uno de los responsables. Sin saber la razón, ve como la luz que se filtra por la puerta se va apagando y comprende que se están tapando todas las rendijas, taponándose cualquier posible entrada de oxígeno. Presa del pánico grita, pero nadie le responde.
           Probablemente no sea una escena muy adecuada para un niño, pero por esa misma razón ha permanecido imborrable en mi memoria. Fue mi primer contacto con Truffaut, mucho antes de que me enamorara perdidamente de “Los 400 golpes”. Por supuesto, entonces no sabía quién era Cornell Woolrich (también conocido por su seudónimo de William Irish), autor de la novela que había inspirado a Truffaut su personal adaptación cinematográfica de los crímenes de la “viuda negra”.
           No puedo opinar sobre el libro de Cornell Woolrich, porque no me gusta opinar sobre los libros que no he leído. Sí puedo recomendar su breve novela negra “Marea roja”, así como sus relatos cortos, recogidos por Alianza Editorial, en volúmenes como “En el crepúsculo” o “Los sanguinarios y los atrapados” (de este último, me cautivó especialmente su relato “Una noche en Barcelona”). Autor clásico de novela negra, teñía sus obras con un cierto arrebato romántico y una bruma fantasmagórica, que lo acercaba a los autores de la novela gótica, siendo incluso comparado con Edgar Allan Poe.
           Si su obra es interesante, no lo es menos su vida. “Disfrutó” de un matrimonio digno de entrar en el libro Guinness por su brevedad; su matrimonio con Gloria Blackton apenas duró unas semanas, exactamente hasta que ella descubrió su diario, en el que detallaba sus múltiples aventuras homosexuales. Tras su divorcio, se mudó de Hollywood a Nueva York, viajando por Europa acompañado de su madre, hasta que ella falleció en 1957. A partir de entonces, se refugió en una habitación de hotel, negándose a salir ni a recibir a sus amistades, dedicado solo a beber y a escribir. Su estado empeoró aún más cuando tuvieron que amputarle una pierna que se había gangrenado, postrándole en una silla de ruedas. Esta situación le inspiró el relato que sirvió a Hitchcock para rodar su maravillosa película “La ventana indiscreta”. Los más crueles dirán que “no hay mal que por bien no venga”.
           Murió en la habitación de hotel donde estuvo encerrado durante 11 años. Mutilado. Alcoholizado. Solo. 


viernes, 21 de agosto de 2015

Un café en Falls Road

          Una pequeña calle separa Falls Road de Shankill Road, en Belfast. Probablemente sea una de las calles menos transitadas del mundo.
        Ambas calles son mundos opuestos, enfrentados durante demasiados años a la incomprensión y al odio mutuo. A un lado del muro, hay pintadas banderas irlandesas, acompañadas de otras de la Segunda República Española, ikurriñas, proclamas contra el apartheid en Sudáfrica o en defensa de la causa palestina; del otro, grandes murales con la Union Jack y la Reina de Inglaterra. Hasta ahí las diferencias. Las semejanzas; la clase obrera a la que pertenecen los habitantes de ambos lados del muro y el mismo cielo gris amenazando con romper a llover sobre sus cabezas.
 Sin embargo, el odio no era exclusivo de los militantes de un bando hacia los del otro. Tanto en las filas republicanas como en las de los paramilitares lealistas se produjeron numerosos asesinatos entre miembros de las distintas facciones. Desde que en 1970, el IRA y el Sinn Féin se separan entre los “Oficiales” (también conocidos como el “Red IRA”) y los “Provisionales”, fueron varios los asesinatos y enfrentamientos entre militantes de ambos grupos. Con el paso de los años, siguieron produciéndose diferentes escisiones (INLA, IPLO, IRA Auténtico, IRA Continuidad, etc.), dando lugar a una sopa de siglas que nos recuerda a la famosa escena de los Monty Python en “La vida de Brian” protagonizada por los seguidores del Frente Judaico Popular (¿o eran del Frente Popular de Judea?). Como en esos juegos de muñecas rusas, del interior de un grupo surgía otro más pequeño y entre ambos se producía una lucha encarnizada, olvidados de su pasado como compañeros de armas. Lo mismo ocurrió entre los paramilitares lealistas; UVF, UDA/UFF, LVF, Red Hand Defenders, etc., se dedicaron a asesinarse mutuamente, en una guerra despiadada por liderar la causa.
Decido adentrarme en Shankill Road. En esta pequeña calle obrera de Belfast hay más Union Jacks que en todo Londres. Solo un local de aficionados de la selección de fútbol de Irlanda del Norte (apoyada mayoritariamente por los unionistas), te recuerda que sigues en la isla de Irlanda. Incluso me reciben algunos Caballeros de la Orden de Orange, bombín y bastón  incluidos. Recojo velas y vuelvo a dirigir mis pasos hacia Falls Road. Entro en una taberna irlandesa, cerca de la sede del Sinn Féin. Va a comenzar un partido del Celtic y ya hay varios parroquianos dando cuenta de sus cervezas. Yo pido un café con leche, que la camarera me sirve de una pequeña cafetera eléctrica. Me ofrece unas galletas, que acepto encantado. Me pregunta de dónde soy y al oír mi respuesta uno de los hombres que esperan a que empiece el partido se gira y me pregunta cuál es mi equipo de fútbol. Le respondo que soy seguidor del Mallorca y del Athletic, y que además me encanta el Celtic. Me dice algo que no entiendo y acaba con un “Gora ETA”. Le digo “no” y por mi cara de desaprobación comprende que se ha equivocado conmigo. Apuro mi café y pido la cuenta. Sorprendido, escucho como la mujer que atiende la barra me dice que no tengo que pagar nada. Insisto, pero me contesta muy resuelta que ella está bebiendo de la misma cafetera y que estoy invitado, deseándome un buen viaje. Agradecido salgo a la calle, perplejo ante semejante gesto de amabilidad, difícil de encajar en un contexto en el que aún se respira tal grado de tensión y hostilidad. 
        Un sol débil se ha abierto paso entre las nubes y brilla tímido en el cielo. Parece que, de momento, no volverá a llover.

          

miércoles, 19 de agosto de 2015

Family y los artistas efímeros que se convirtieron en eternos




       Raymond Radiguet, Arthur Rimbaud, John Kennedy Toole, Jean Vigo, Iván Zulueta, Charles Laughton (en su faceta de director); artistas que triunfaron con solo una o dos obras y cuya influencia fue creciendo en las generaciones posteriores, hasta convertirse en obras de culto. Algunos se murieron pronto, otros decidieron dedicarse a otra cosa, otros, simplemente, no pudieron seguir con su trabajo. En el caso del pop español, el ejemplo más claro de esto es Family, con su único disco "Un soplo en el corazón". Imposible elegir solo una canción, pero una de las que más me gusta es "El bello verano" (título también de la maravillosa novela de Cesare Pavese). La duda que nos queda, es qué habría sucedido si hubieran seguido juntos. No lo sabemos, pero este disco es tan perfecto que uno nunca se cansa de escucharlo.

Barbara Dane

      Barbara Dane es uno de esos pocos espíritus libres que surgen de vez en cuando. Activista social comprometida con la izquierda, fue el primer músico de Estados Unidos en hacer una gira por Cuba tras su revolución, se manifestó contra la guerra de Vietnam, apoyó causas como la defensa de los derechos civiles y las luchas de los mineros, y grabó canciones como I Hate the Capitalist System”, Working Class Woman” y el desgarrador himno de R&B “I´m On My Way”.
      Barbara Dane, una negra con la piel blanca.


      

La caída de la comedia romántica


       Acabo de ver "Matrimonio original", la única comedia romántica que rodó Alfred Hitchcock y que nada tiene que ver con el resto de la filmografía del "maestro del suspense". No es que sea una obra maestra, pero se deja ver bastante bien, es divertida, ágil e ingeniosa. Y además puedes disfrutar de Carole Lombard.
      Me ha dado por pensar y creo que este género ha sido uno de los que más se ha devaluado. Ha ido despareciendo la elegancia, la inteligencia y la modernidad de clásicos como "Historias de Filadelfia" y "La costilla de Adán" de George Cukor; "La fiera de mi niña" y "Luna nueva" de Howard Hawks; "Una mujer para dos" y "Ninotchka" de Ernst Lubitsch; "Sucedió una noche" y "Vive como quieras" de Frank Capra; "Me casé con una bruja" de René Clair; "Las tres noches de Eva" de Preston Sturges; "Medianoche" de Mitchell Leisen; o "Al servicio de las damas" de Gregory La Cava. En su lugar, se ha impuesto lo cursi, lo zafio y una falsa irreverencia provocadora, que, a menudo, esconden un conservadurismo de lo más rancio. 
 
      Por supuesto, siempre hay excepciones, y en todas las épocas se han hecho grandes comedias románticas ("Sueños de un seductor", "Annie Hall", "Cuando Harry encontró a Sally", "Mejor... imposible", etc.), pero la única que recuerdo que me ha enamorado en los últimos años es "Midnight In Paris". Y Woody Allen es un caso aparte.






Enrique Meneses

      El último día y a última hora, pero he llegado a ver la exposición "Enrique Meneses. La vida de un reportero". Un viaje a través de las fotografías de un aventurero-periodista, que fue el único que pudo sortear el bloqueo a la prensa de Batista, consiguiendo llegar hasta Sierra Maestra, donde los "barbudos" estaban preparando la revolución; capaz de emprender un viaje a través de África, en busca de una bella mujer nuer de la que se había enamorado un amigo; capaz de entrevistar y fotografiar a grandes estrellas del cine y del pop, retratando al João Gilberto más triste, después de que Astrud le abandonase por Stan Getz; capaz de captar la grandeza de Vivian Malone y James Hood, los primeros estudiantes negros de la Universidad de Alabama, que se enfrentaron a los prejuicios de una sociedad enferma de racismo; capaz de mostrarnos la esencia de dos mundos antagónicos, representados por el glamouroso Kennedy y el campechano Kruschev; capaz de escribir un libro tan maravilloso como "África, de Cairo a Cabo". En fin, un periodista de raza, de los que aman su oficio, que como Kapuściński, John Reed o Chaves Nogales, se dedicó a investigar las noticias allí donde se producían, aunque fuera en la otra punta del mundo y estuvieran rodeadas de peligro. Periodistas como Antonio Pampliega, José Manuel López, y Ángel Sastre, recientemente secuestrados por el ISIS, son de esta misma escuela. Gracias a ellos podemos estar informados sobre guerras y conflictos, que de otro modo, caerían en el silencio y el olvido.
      P.D.: La fotografía es de Enrique Meneses, con Celia Sánchez y Vilma Espín, en Sierra Maestra.

Spokane

        Algún día, me gustaría hacer un viaje recorriendo las ciudades estadounidenses con los nombres más exóticos. La ruta será:
      Tallahassee – Mobile – New Orleans - Baton Rouge – Chattanooga -Tulsa – Amarillo – Wichita – Topeka – Des Moines – Sioux Falls - Omaha – Cheyenne – Boise - Spokane.
      Seguramente, me hartaré de ver polígonos industriales y la mayoría de esos lugares me decepcionarán, pero es difícil resistirse a nombres tan sugerentes. De hecho, creo que es la principal razón de la fascinación que los norteamericanos sienten por la carretera. Uno piensa que en una ciudad llamada Spokane podría suceder cualquier cosa.